Época: siglo de Pericles
Inicio: Año 425 A. C.
Fin: Año 420 D.C.

Antecedente:
La decoración escultórica del Partenón

(C) Pilar León Alonso



Comentario

Cuando se llega a la sala del Museo Británico, en la que se expone el friso del Partenón, las primeras percepciones que se tienen, curiosamente, no son visuales sino, más bien, auditivas. Aquellos metros y metros de mármol, todo elegancia, naturalidad y garbo, son una melodía penetrante y pegadiza que abstrae al espectador, cuya vista vaga de placa en placa, hasta que algo le llama la atención y mira con fijeza. Entonces se empieza a ver el friso.
La instalación en el Museo Británico, a pesar de la altura, permite captar con detalle la calidad excepcional de la labra y se la aprecia mucho más cuando se piensa que los escultores pusieron en ella toda su alma, a sabiendas de que el friso iría en la zona más alta y peor iluminada del templo. Como el relieve tiene alrededor de 5 cm de fondo y resulta más bien plano, los inconvenientes derivados de la ubicación se paliaron y contrarrestaron de la única manera posible, que consistió en no dar a los bloques de mármol forma rectangular y plana, sino ligeramente inclinada hacia fuera por la cara anterior, para que al relieve le llegara la luz de abajo.

Por los cuatro lados del friso se representa el cortejo procesional de las fiestas panatenaicas, festividad celebrada en honor de Atenea cada cuatro años, que culminaba con la entrega del peplo a la diosa, es decir, una escena real protagonizada por la sociedad ateniense y por el pueblo ático, matiz importante para comprender el éxito y la popularidad de la obra en su tiempo. La procesión arranca del ángulo suroccidental y se bifurca en dos direcciones, una por los lados oeste y norte y otra por el lado sur, para confluir ambas en el lado este.

Por todo el lado oeste y la mitad del norte se desarrolla la cabalgata, dada la importancia y rango social de la caballería. En el punto de arranque, que es el ángulo del lado oeste con el lado sur, vemos la formación del cortejo; los que llegan y les tienen los caballos preparados; los organizadores; los primeros grupos de jinetes. Formada la cabalgata, avanza por los lados oeste y norte a distinto ritmo, pues unos caballos se adelantan, otros se encabritan asustados, otros cogen el paso en tropel. Vienen luego los carros de los apóbatas, que son los participantes en unos juegos de vieja tradición, y por delante de ellos, ya en la mitad del lado norte, se inicia el cortejo a pie, señal de proximidad al lugar sagrado. Allí van los "thallophoroi" o ancianos portadores de ramas, especialmente elegidos por su belleza; siguen citaristas y flautistas; portadores de hydrias; conductores de víctimas para el sacrificio (ovejas, carneros, terneras).

El lado sur es el otro flanco de la procesión y repite, por tanto, los mismos grupos. De nuevo secciones de jinetes, carros de apóbatas y cortejo a pie con "thallophoroi", músicos y víctimas conducidas al sacrificio.

En el lado este desembocan las dos ramas del desfile procesional. Se acercan al lugar sagrado las jóvenes atenienses ataviadas con ellísimos peplos y los representantes jerárquicos, grupo que participa en la ofrenda del peplo ante la cella del templo de Atenea. En el centro contemplan la escena dioses y héroes desde la esfera olímpica, sin que su presencia resulte advertida por los humanos.

Desde el punto de vista iconográfico es interesante preguntarse, si hay precedentes para el friso del Partenón. Es probable que lo fuera el friso de los tributarios del Gran Rey en el Palacio de Persépolis, si bien el sentido cambia radicalmente. Lejos de representar la idea de sometimiento al rey, es decir, de despotismo oriental, se exalta el significado de la democracia ática con la participación de ciudadanos libres. A los dioses se les da respetuosa cabida y se los reconoce por sus actitudes, gestos y atributos característicos.

Por lo que se refiere al estilo, hay que decir que las diferencias no son tan grandes como en las metopas, aunque no dejan de existir. La presencia de jóvenes maestros, discípulos de Fidias algunos de ellos, como Agorácritos y Alcamenes, es un aspecto del mayor interés en relación con el estilo, como también la proximidad de placas soberbias y placas más flojas. Con frecuencia la calidad del relieve va unida a un sentido de intensa evolución y así se ve en las placas de las jóvenes ataviadas con peplos, magníficas en su majestuosa sencillez y con un tratamiento de paños vibrante y colorista que denuncia un estadio muy avanzado. Lo mismo se puede decir de algunos grupos de cabalgata, o bien de la célebre placa que representa a Poseidón, Apolo y Artemis, asombrosa por la vitalidad y valentía del relieve, de donde se deduce la relación con un escultor joven, tal vez Alcamenes.

En la organización del trabajo del friso se constata también cierta anarquía, que parece oponerse a la idea de proyecto general unificado y propugna más bien una cohesión lograda a base de indicaciones orales, de esfuerzo común y de criterios que pueden resumirse así:

1.° Las diferencias estilísticas deben ser atribuidas a la participación de numerosos escultores y, además, al hecho de que unos bloques fueron esculpidos a pie de obra y otros tras haber sido colocados en su sitio. El análisis exhaustivo permite saber que primero se esculpieron los lados cortos, este y oeste, cuyos bloques tuvieron los escultores a mano; luego se montaron los bloques de los lados norte y sur y, una vez asegurados en el muro, se inició la labra.

2.° Seguramente existieron y circularon "paradeigmata", esto es, muestras escultóricas o paradigmas en materiales perecederos que se conservaron durante algún tiempo en los talleres y contribuyeron a la compenetración desde el punto de vista del estilo.

3.° En puntos distintos del friso se repiten esquemas o composiciones, cuyos rasgos resultan unificados.

4.° A lo largo del proceso de elaboración del friso se crea el canon estilístico peculiar y propio de los escultores que trabajan en él. Es el estilo Partenón, cuya expresión más depurada se halla en los lados norte y sur del friso. Es ahí donde se revive la atmósfera de la fiesta y donde la ficción artística cobra visos de verosimilitud.

5.° Se caracteriza ese estilo por su maravillosa plasticidad, por la destreza y fluidez del modelado, que obtiene del mármol resultados similares a los de un material blando. De ahí la apariencia real de la anatomía, la gracia espontánea de los peinados y, sobre todo, la contextura de los paños, airosos y naturales en la caída como copos de algodón.

Llegados a este punto surge nuevamente la pregunta: ¿cuál es y cómo se manifiesta la relación de Fidias con el friso del Partenón? La única posibilidad de hallar respuesta es a través del parangón con las obras seguras del maestro y no siempre es fácil. En el estado actual de conocimientos hay que admitir, por un lado, la dificultad de descubrir un influjo directo; por otro, el carácter fidíaco del friso. Existe una dependencia pero, hoy por hoy, no podemos concretarla; es inaprehensible. ¿Podría significar esto que Fidias es el autor de los paradeigmata o de las líneas maestras de modelos y proyectos? Es una posibilidad, pero no una respuesta firme para sacamos de la duda.